The Struggle for Democratic Politics in the Dominican Republic (H. Eugene and Lillian Youngs Lehman Series)
A**R
Dictadura y democracia en la República Dominicana
Para mí que he seguido con pasión el desarrollo social y político de la República Dominicana durante la última década, el libro de Jonathan Hartlyn es como una especie de bálsamo dentro la abundante y desigual historiografía sobre este tema. Armado de un marco conceptual novedoso y una excelente investigación de primera mano, la obra de Hartlyn analiza las causas de la continúa crisis del sistema democrático en Santo Domingo, después de la muerte de Trujillo en 1961. El autor reta las principales interpretaciones (especialmente la escuela de la dependencia) que explican el surgimiento de caudillos, dictadores y líderes autoritarios en la historia de la Isla, motivado únicamente por la debilidad del estado y el imperialismo norteamericano.El proceso político dominicano, propone Hartlyn, tiene que entenderse como una interracción de los diferentes sectores sociales con las fuerzas de poder interna y externa: sin que una opaque la otra. Durante los últimos 40 años, los electores han tenido, señala el autor, que debatirse entre las prácticas autoritarias (de tipo neopatrimonial), encarnadas en la figura de Joaquín Balaguer, y en los intentos (fallidos) de los dos gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) por alejarse de esa posición antidemocrática. Los doce años de Balaguer (1966-78), productos del golpe de Estado al gobierno de Juan Bosch en 1963 y la eventual intervención de tropas norteamericanas en 1965, son vistos por Hartlyn como parte de la transición de la dictadura trujillista (calificada de neosultánica) a un régimen de características neopatrimoniales. Definición que el autor utiliza a lo largo de su libro para describir al "gobernante que maneja al país como sí fuera una extensión de su hogar"[la traducción es mía, p.3] No obstante, en el último período del gobierno de Balaguer (1974-78) las condiciones -tanto nacionales como internacionales- que propiciaron inicialmente el fortalecimiento del estado neopatrimonial fueron declinando. En poco tiempo, fenómenos como la movilización del campo a la ciudad, la emigración y el urbanismo permitió, explica Hardlyn, una mayor independencia de los nuevos sectores económicos con relación al estado. De esta forma, los grupos en lucha fueron canalizando sus intereses y necesidades en estructuras políticas, en este caso el PRD, más abiertas a los cambios de poder. La victoria electoral del PRD en 1978 fue, arguye el autor, la oportunidad perfecta para abandonar el neopatrimonialismo y consolidar el proceso democrático en la República Dominicana.Durante los ocho años de administración perredeísta (1978-84), ni Antonio Guzmán ni Salvador Jorge Blanco fueron capaces de eliminar los elementos neopatrimoniales legados de los doce años de Balaguer. Según Hardlyn, estancados los proyectos sociales y las reformas institucionales, Guzmán y Jorge Blanco optaron por prácticas neopatrimoniales para lidiar con la inflación y la paralización de la economía, afectando su popularidad rápidamente; unido al crecimiento de la corrupción y la lucha intrapartido, los líderes de PRD crearon, de acuerdo con el autor, las bases para la vuelta nuevamente de Balaguer en la década de los ochenta. Dentro de un marco social y económico distinto en 1986, Balaguer modificó el carácter neopatrimonial de su régimen, ajustándolo a las nuevas realidades de la política mundial.Ante las exigencias de Estados Unidos y los organismos internacionales financieros y diplomáticos (el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización de Estados Americanos), Balaguer orientó, afirma Hardlyn, las funciones neopatrimoniales del estado en dirección hacia las zonas francas, el turismo y la tecnología como nuevas fuerzas de producción y acumulación de capital. Además de utilizar los recursos del Estado para mantenerse en el poder a cualquier costo; afectándose, de este modo, la credibilidad y la confianza de las instituciones en el proceso democrático. La constante del proceso electoral, tanto en las elecciones del 1990 como las 1994, fue las reiteradas denuncias sobre fraude en ambos comicios para beneficiar la candidatura de Balaguer, alega el autor. Sin embargo, la crisis poseleccionaria del 1994 puso sobre el tapete la intolerancia hacia las prácticas neopatrimoniales, provocando un ajuste en el propio proceso electoral a través de enmiendas a la constitución.Por primera vez desde 1966, ni Balaguer ni Bosch corrieron como candidatos presidenciales, siendo electo en esta ocasión el joven Leonel Fernández, aspirante por el Partido de la Liberación Dominicana, agrupación política fundada por el propio Bosch en 1973. Para Hardlyn la victoria de Fernández, aunque ensombrecida por la alianza con el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) de Balaguer, mantiene la esperanza de un mayor fortalecimiento de la sociedad civil, en pro de un estado constitucional permanente y democrático. Esta es la agenda que los nuevos sucesores, a juicio del autor, tienen que asegurar. Finalmente, el libro de Hardlyn es lectura obligada para repensar el difícil y complejo proceso democrático en la República Dominicana. A tono con las nuevas discusiones teóricas en el campo de las Ciencias Sociales, la obra llena con éxito las expectativas sobre el tema, como uno de los modelos que la historiografía política dominicana debe, a mi entender, emular o superar.
R**N
Hartlyn sees no evil
Jonathan Hartlyn's, The Struggle for Democratic Politics in the Dominican Republic ("DR") explains the advancement of democratic politics in the Dominican Republic, with a particular emphasis on the period after 1961.To establish a historical context for his analysis he has surveyed the Country's political history up to 1961 (pp.22-59). He believes that the bitter struggle for democracy in the Dominican Republic was frustrated by a mixture of historical circumstances and political-institutional pre-conditions, further intertwined by what he calls neo-patrimonialism.He stated that:"It is the interaction of forces and individuals, mediated by institutions and their failure or limited success in establishing new institutions and patterns of behaviors at critical junctures that have marked either the reinforcement of authoritarian and neopartrimonial patterns or the limited success of democracy in the country."Harlyn sees no evil in the crisis ridden elite led democracy in the DR.He therefore confidently quoted O'Donnell's and Schumitter's argument (p.63) and extensive literature that favors untrustworthy elite- led transition from above that is non-revolutionary rather than transition from below. Hartlyn's democracy is one that entails some superficial political contestation, inclusiveness and the rule of law (p. 10).Such a system,as Francis Lappe (1998) found out, merely shifts power from one set of unreliable elites to another who are truly not democratic in governance, accountable only to a small influential minority within the population.
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